jueves, 11 de marzo de 2010

Jesús y las Tormentas

JESÚS Y LAS TORMENTAS

Jesús les ordenó a sus discípulos que entrasen a un bote que estaba de ida
hacia una colisión. La Biblia dice que “Jesús hizo a sus discípulos entrar
en la barca…” la cual estaba de ida hacia aguas turbulentas donde sería
zarandeada como un corcho en el agua.

“En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de
él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud” (Mateo
14:22).

¿Dónde estaba Jesús? Él estaba en las montañas que miraban al mar. Él
estaba allí orando para que ellos no fallasen en la prueba que deberían
pasar. El viaje en la barca, la tormenta, las olas, los vientos, todo era parte
de la prueba que el Padre había planeado. Ellos estaban a punto de aprender la
lección más grande que podrían aprender – a reconocer a Jesús en medio de
la tormenta.

Hasta ahora, los discípulos lo podían reconocer como el que hace milagros, el
Hombre que convirtió los panes y los peces en comida milagrosa. Lo reconocían
como el amigo de los pecadores, Aquél que trajo la salvación a toda la
humanidad. Lo conocían como el que suplía todas sus necesidades, aún pagando
los impuestos con dinero de la boca de un pez.

Ellos reconocían a Jesús como “el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.
Ellos sabían que él tenía las palabras de vida eterna. Ellos sabían que
tenía poder sobre todas las obras del diablo. Lo conocían como maestro, el
cual les enseñó a orar, a perdonar, a atar y desatar. Pero ellos nunca
habían aprendido a reconocer a Jesús en la tormenta.

Ésta es la raíz de muchos de nuestros problemas hoy día. Confiamos en Jesús
para los milagros y sanidades. Le creemos para nuestra salvación y perdón de
nuestros pecados. Lo vemos como el que suple todas nuestras necesidades y
confiamos en que él nos lleva a la gloria algún día. Pero cuando una
tormenta súbita cae sobre nosotros y parece que todo está perdido, es
difícil ver que Jesús esté cerca de nosotros. No podemos creer que él
permite las tormentas para enseñarnos a confiar. Nunca estamos completamente
seguros de que él está cerca cuando las cosas realmente se ponen difíciles.

¡Había una sola lección para que los discípulos aprendiesen en esta
tormenta – sólo una! Una lección simple – no era una lección profunda,
mística, ni ningún terremoto. Jesús simplemente quería que confiaran en él
como su Señor en cada tormenta de sus vidas. Él simplemente quería que sus
discípulos mantuvieran su ánimo y confianza aún en las horas más oscuras de
la prueba. ¡Eso es todo!

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