sábado, 27 de junio de 2009

Cristianos Bautistas de Tuxpan Jalisco al borde de la expulsión

Este es un reportaje de un diario local de Jalisco México, que habla de la situación que están viviendo unos indigenas Huicholes que aceptaron a Cristo como su Señor:

José de Jesús de la Cruz González es un cristiano bautista de origen huichol, que lee en clave bíblica la desgracia que enfrenta su pequeña comunidad monoteísta en medio del mundo wixárica, a su juicio idólatra, y decididamente hostil. “Si a mí me han perseguido, os perseguirán a vosotros”: Juan, 15-20.

Amenazados desde hace casi un año por su pertenencia a esta iglesia heredera de la Reforma, los suyos prueban en carne propia la dificultad de ser minoría en el enclave huichol de Tuxpan de Bolaños, que vive su propio proceso de enfrentamiento con la modernidad y la occidentalización secularista, que paradójicamente vendrá tras esa fe espiritualista y rígida de los bautistas, que divorcia del mundo y desencanta a la naturaleza ancestral, justo las bases de la creencia milenaria de los aborígenes de la sierra.

Una respuesta concreta a ese desafío ha sido la expulsión de los que rompen la costumbre ancestral, un caso recurrente en estas montañas desde hace al menos tres lustros, y que también ha afectado a católicos romanos.

José de Jesús se convirtió hace seis años, cuando un pastor le habló de un Dios desconocido, y se convenció de sus obras. “Por cinco años estuvimos en paz, pero todo cambió en septiembre de 2008, cuando nos citaron a todos y nos dieron tres meses para regresar a la religión huichola”, explica a este diario. La acusación primordial fue que se negaban a cumplir los deberes comunitarios, entre ellos, participar en los ritos que los misioneros cristianos consideran “paganos”.

Así, las diez familias bautistas fueron condenadas con expulsión en diciembre de 2008. “Le preguntaron a la asamblea qué se iba a hacer con nosotros y dijeron: que se vayan de la comunidad; después les preguntaron que cuánto tiempo nos daban, y dijeron que cuando mucho quince días; y les preguntaron qué hacían si no nos íbamos, ‘pues hay que matarlos a todos’, eso gritaron los de la asamblea, aunque no sé si lo pusieron en el acta”, asegura De la Cruz González.

La pena quedó en suspenso. En semana santa de este año, tal vez en Viernes Santo, “nosotros veíamos la película de Cristo, compartiendo con lo otros cristianos; teníamos la televisión prendida y llegaron como 30 con el comisariado, todos ebrios, y se nos echaron encima…”. El resultado fue apagar el aparato para evitar mayores problemas. Luego, meses de tensa calma.

La advertencia de diciembre se refrendó el pasado 7 de junio, en asamblea comunitaria.

El acta de ese día, de la cual entregó copia el indígena bautista, dice: “…se discutió y analizó la situación de los wixaritari que gozan de alguna religión y que esta los limita u obliga a no practicar la cultura wixárica y cumplir las obligaciones comunales, siendo este el motor de los usos y costumbres de la comunidad […] se decidió desconocerlos [en diciembre de 2008] en cuanto a sus derechos comunales y culturales, solicitándoles que desocuparan los espacios territoriales que ocupan…”.

Como no acaeció de ese modo, “los comuneros han decidido nuevamente manifestar su postura anteriormente ya mencionada, dándoles un plazo de dos días, siete y ocho de junio […] en caso de no acatarse dicha solicitud, la comunidad en general tomará medidas estrictas”.

El documento señala el consenso de todos los órganos de gobierno de Waut+a-Tutsipa, y recuerda que antes de decidir se hizo “un proceso de sensibilización y reflexión para que se reivindicara a la cultura wixárica. Teniendo como resultado la negatividad de las personas [conversas al cristianismo]…”. Nombra a 20 adultos, “por mencionar algunos”.

La asamblea recuerda en el texto que tienen derechos colectivos y autonomía para tomar decisiones, que los estatutos comunales son la máxima ley interna y su validez está reconocida por convenios internacionales que México ha firmado.

Transcurrió el nuevo plazo, sin mayor novedad. El 11 de junio, “como a las diez de la noche”, se fue la luz de Tuxpan, por los fuertes vientos que anunciaban lluvia. Vecinos anónimos aprovecharon para apedrear la casa del misionero huichol. Cinco días después, se repitió la agresión, antes del amanecer.

—¿Por qué no regresar a su antigua religión y evitar todo esto?

—Yo he aprendido muchas cosas de Dios; yo pensaba que no existía Dios, y sí existe, él está vivo, no es una imagen, una piedra, una madera hecha por el hombre; está crucificado, lo mataron por culpa de nosotros, pero resucitó al tercer día; ahorita está en el cielo y, si antes me gustaba pelear, echar mentiras, emborracharme, agarrar cosas que no me pertenecían, Dios me ha prohibido hacer todas esas cosas, y no las hago.

—¿Antes en qué creía usted?

—Era como aquellos que están ahorita en el pueblo, que están con lo del maíz, lo del venado, lo del peyote…

Diez familias bautistas aferradas a su evangelio (en griego, “buena nueva”) resisten a una cultura curtida en la resistencia por casi cinco siglos. Las autoridades de Jalisco contemplan de lejos. “No sé si esperan que les llevemos el primer cuerpo tendido”, cavila el huichol, apóstata o converso, según el cristal por el que se le mire.

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